Llamamos biomasa al combustible energético que se obtiene de forma directa o indirecta de recursos biológicos, principalmente de las plantas. Éstas utilizan la energía del sol para crecer, y la materia orgánica que producen es a lo que se le llama propiamente biomasa, donde se almacena a corto plazo la energía del sol en forma de carbono. La biomasa se utiliza dentro de un ciclo constante de producción-utilización, por lo que es un recurso energético renovable y respeta el medio ambiente. Si se quema gas o gasóleo para producir calor, se transfiere a la atmósfera y se va acumulando gran cantidad de carbono, y poco a poco se produce el llamado efecto invernadero, que tanto mal hace a los cultivos e incluso a nuestra propia salud; por el contrario, con la energía de la biomasa se evita este efecto, porque el carbono emitido al quemar materia vegetal procede de la atmósfera misma.
Hay diversas fuentes de energía que se clasifican dentro de esta denominación de biomasa, y también varias formas de convertir esta misma en energía limpia que no contamine el medio ambiente. Por eso, se ha investigado en los últimos años la forma de hacer esto más factible, ya que las formas tradicionales como por ejemplo la leña, el estiércol…son formas de energía insostenibles que se utilizan en países subdesarrollados y empobrecidos, siendo su consumo de un 10 % de la energía básica consumida en el mundo.
El concepto a tener en cuenta es que esta energía debe contribuir a la mejora del medio ambiente, es decir, no se pueden generar residuos con la incineración de deshechos orgánicos o utilizar transgénicos.
En este sentido, se vienen utilizando también en los últimos años las calderas de condensación, que proporcionan agua caliente utilizando la energía del vapor del agua. Estas calderas enfrían los productos de la combustión hasta convertirlos en rocío, y el calor que queda latente se aprovecha para su uso como calefacción. Las energías que se utilizan normalmente para producir calor, es decir, los combustibles como el gas natural y el gasóleo, además de ser energías limitadas, contaminan la atmósfera al emitir gases nocivos; sin embargo, con el vapor de agua, se consigue un aumento del rendimiento de hasta un 20% en relación con las calderas tradicionales, permitiendo un consumo inferior pero con un grado de efectividad y comodidad igual, y sobre todo, se reduce la emisión de gases contaminantes en la combustión de los elementos que se da en la fase de condensación.
Además de las ventajas medioambientales, otro factor que se da en la mayor utilización de las calderas de condensación y biomasa radica en el coste económico, ya que debido a los altos precios del petróleo, el combustible utilizado por estos medios es prácticamente la mitad del precio usual, con lo que se ahorra mucho en la economía familiar. Al tener acumuladores, estas calderas permiten la circulación del calor de forma regular, evitando interrupciones molestas por la suspensión del suministro energético (como cuando se acaba la bombona de butano). Este funcionamiento continuo reduce además las emisiones de humos y suciedad, protegiendo a la caldera de residuos que pueden minar su funcionamiento, como puede ser el alquitrán.