124 años después de que Thomas Alva Edison patentara la primera lámpara eléctrica, el mercado ofrece cuatro opciones para elegir:
Bombillas incandescentes: son las más conocidas y usadas. Emiten luz cuando la corriente eléctrica pasa por un delgado filamento que se calienta y se vuelve incandescente. Duración media: 1.000 horas.
Tubos fluorescentes: crean una descarga de gases (vapor de mercurio a baja presión y una pequeña cantidad de gas inerte) dentro de un tubo que emite radiación ultravioleta de baja intensidad. La radiación impacta sobre un revestimiento de fósforo haciendo visible la luz ultravioleta. Estas lámparas no se encienden instantáneamente, y «sufren» con cada encendido y apagado. Duración media: 8.000 horas.
Lámparas halógenas: en su interior disponen de un gas halógeno que requiere una menor cantidad de energía para generar luz. Son más caras, pero su luz es más potente, blanca y nítida y su duración considerablemente mayor que las incandescentes. Duración media: 2.000 horas.
Lámparas fluorescentes compactas o lamparas de bajo consumo: similares a los tubos fluorescentes, pero de tamaño parecido a una lámpara clásica. Duran más y consumen menos que una lámpara convencional. Duración media: 7.500 horas (media de este comparativo).